La especialidad de medicina interna, probablemente la primera especialidad en la historia de la humanidad, se ocupa del diagnóstico clínico en el ámbito hospitalario y del tratamiento de un importante número de procesos. Además del diagnóstico, realiza un análisis integrador de cualquier patología; por consiguiente, es capaz de predecir la evolución del enfermo. La medicina interna estudia a los pacientes por encima de las enfermedades; por tanto, sitúa la enfermedad en torno a la persona, de la sociedad y de la familia.

Actualmente, el Servicio de Medicina Interna desarrolla su labor en diversas áreas estructurales: Hospitalización —donde atiende unas noventa camas, dependiendo de la época—, Consultas Externas y Urgencias.

Este Servicio trabaja con excelencia en el ámbito de las enfermedades infecciosas, especialmente la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana, la tuberculosis, el virus de la gripe A, las infecciones importadas y las infecciones por neumococo y las bacterianas. En este campo, participa en la Unidad de Sepsis del Hospital.

También actúa en ciertos casos de pacientes traumatológicos, en que la asignación de un facultativo a esta área ha conllevado la disminución de este tipo de procesos. En la misma línea, colabora con la Unidad de Insuficiencia Cardiaca, lo que ha contribuido a reducir la morbimortalidad en sus pacientes. Se ocupa también del diagnóstico y del tratamiento de enfermedades raras, como la de Andrade o la fiebre mediterránea familiar. Asimismo, vigila los factores de riesgo de los pacientes cardiovasculares, presta atención a la hipertensión arterial de difícil control y a las dislipemias. Además, actúa sobre la osteoporosis, controla la patología tromboembólica y atiende a pacientes con enfermedades sistémicas y autoinmunes.

En un futuro próximo, Medicina Interna tiene previsto profundizar en la atención de los pacientes pluripatológicos e impulsar un área de estudios clínicos que desarrolle proyectos junto con grupos de trabajo europeos.