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SANIDAD EN EL MUNDO

Un equipo de Son Llàtzer en el Sáhara

09 de maig de 2011
 

Más de doscientas mil personas residen en los campamentos de Tindouf, la parte más dura del desierto argelino, a medio camino entre Marruecos, Mauritania y Mali. Anualmente reciben numerosas delegaciones de países que ayudan al pueblo saharaui en ámbitos tan diversos como la sanidad, la ecología o la educación. Algunas viven durante años en esa zona y otros, como en nuestro caso, dedicamos una pequeña parte de nuestro tiempo a atender necesidades sanitarias del pueblo saharaui.

Desde hace veintiún años una comisión balear encabezada por Juan Antonio Pascual, urólogo del Hospital Son Espases, se desplaza a Tindouf durante tres o cuatro semanas para ofrecer asistencia médica y quirúrgica urológica a la población saharaui. Del 24 de octubre al 7 de noviembre de 2010, cinco profesionales de Son Llàtzer —dos enfermeras, dos anestesistas y un urólogo— se sumaron a la comisión, integrada por once personas: dos urólogos, dos ginecólogos, dos anestesistas, cuatro enfermeras y un ingeniero electromédico.

La comisión balear no solo ofreció asistencia médica, sino que también transportó más de ocho toneladas de medicamentos y material sanitario, siete de ellas en el mes de junio utilizando como medio de transporte un camión y una en avión mediante el proyecto “Vacances en pau”. Otros recursos fueron transportados por el propio convoy de la comisión balear.

 El trabajo del grupo sanitario en el Sáhara fue muy provechoso, pese a las dificultades asociadas a la precariedad del medio: en dos semanas se realizaron cuarenta y cinco intervenciones quirúrgicas, algunas sencillas y otras de cirugía endoscópica y laparoscópica, de complejidad nada desdeñable. Durante nuestra estancia en Tindouf trabajamos codo con codo con el personal sanitario saharaui —enfermeros, técnicos, un urólogo y un ginecólogo— y realizamos no solo una labor asistencial sino también de formación continua con el personal saharaui, sin el cual sería imposible la realización de nuestros proyectos.

Nada más llegar allí uno cambia por completo el prisma con el que ve las cosas y la forma de valorar las comodidades del día a día. Vivimos una casa de Gran Hermano en el desierto, donde todo —lo bueno y lo malo— se comparte de sol a sol. Se creó un vínculo indescriptible de trabajo, cariño y a la vez de lucha y superación entre el propio grupo y también con los saharauis. La creatividad y la agudeza fueron nuestros alia dos día tras día, y la recompensa fue inmensa tras cada barrera superada.

Éramos ingenuos al creer que íbamos allí a aportar nuestro ser, que quizá podríamos cambiar algo en el destino de este pueblo. Al regresar, tenemos nuestras dudas. Ellos esperan la tierra madre prometida y eso les hace luchar y levantarse con una sonrisa en los labios. Nosotros hacemos apariciones esporádicas ofreciéndoles nuestro bastón para que sigan caminando hacia su objetivo; pero lo que recordamos con claridad y serenidad son sus miradas directas al alma.

No nos queda claro quién ayuda a quién.

Gabriel Briones Mardones, urólogo
Noemí Guerrero Ruano, enfermera
Patricia Hernández Puiggròs, anestesista
Erika Ludovico, anestesista
Yolanda Rozalén Navarrete, enfermera

En dos semanas se realizaron cuarenta y cinco intervenciones quirúrgicas